
En el sur de la provincia de Ávila, entre riscos escarpados y profundos barrancos donde el tiempo parece haberse detenido, se alza una imponente fortaleza. Este silencioso guardián de granito domina el paisaje desde hace siglos, custodiando en sus robustos muros una historia rica y compleja. Ubicado en el corazón de un enclave natural único, este bastión tuvo en el pasado una enorme importancia estratégica, controlando el acceso a uno de los rincones más pintorescos y de difícil acceso de la sierra de Gredos. Hoy en día, igual que hace cientos de años, sigue atrayendo a viajeros y amantes de la historia, deseosos de conectar con el legado medieval que ha definido para siempre la identidad cultural e histórica de toda la región.
Este castillo lleva el nombre de Mombeltrán, aunque muchos lo conocen como el castillo de los duques de Albuquerque. Su construcción fue impulsada en el turbulento siglo XV por uno de los nobles más influyentes y controvertidos de su época, don Beltrán de la Cueva, favorito del rey Enrique IV. El lugar elegido para su edificación fue seleccionado con notable precisión: sobre una elevación que domina la garganta del Barranco de las Cinco Villas. Su arquitectura es un ejemplo clásico de las fortalezas defensivas de ese período: planta cuadrada regular, potentes torres cilíndricas en las esquinas y una sólida muralla exterior, o barbacana. Sin embargo, al observar con atención, se pueden apreciar delicados detalles decorativos que anticipan la inminente llegada de la estética renacentista. Los historiadores coinciden en que su construcción se llevó a cabo entre 1462 y 1474. Existe una versión fundamentada que atribuye el diseño nada menos que a Juan Guas, arquitecto de la corte y genio responsable también de los famosos castillos de Belmonte y Manzanares el Real.
Convertido en símbolo del poder y la influencia de la aristocracia en las tierras de Ávila, el castillo sirvió durante siglos como residencia principal de los duques de Albuquerque. Es notable que, aún hoy, permanezca formalmente vinculado a este ilustre linaje nobiliario. Originalmente, la fortaleza tenía dos plantas: en la superior se encontraban los lujosos aposentos señoriales, con magníficas vistas, mientras que la inferior estaba destinada a las necesidades de la guarnición, los sirvientes, así como a almacenes de víveres y armas. La entrada principal actual, diseñada como un elegante portal renacentista, fue añadida durante las importantes reformas del siglo XVI, reemplazando el austero puente levadizo y reflejando así el cambio de función del castillo, que pasó gradualmente de ser una fortaleza militar a convertirse en una residencia palaciega. A pesar de las vicisitudes del tiempo, el edificio ha conservado admirablemente su integridad estructural. Los visitantes de hoy pueden recorrer los restos del patio de armas, subir las antiguas escaleras interiores y admirar los techos abovedados de las torres, elaboradamente decorados; todos son testigos silenciosos del antiguo esplendor y gloria.
Hoy en día, el castillo de Mombeltrán es reconocido con razón como una de las principales joyas turísticas del valle y ostenta el prestigioso título de Bien de Interés Cultural, concedido ya en 1949. Desde sus altas murallas y torres se disfrutan de impresionantes vistas panorámicas sobre la Garganta de las Cinco Villas y las cumbres montañosas que la rodean. Esta zona parece hecha para tranquilas caminatas, permitiendo apreciar plenamente la naturaleza única de Ávila. Visitar esta fortaleza no es simplemente una excursión convencional a un monumento histórico. Es una oportunidad de realizar un auténtico viaje en el tiempo y sumergirse en la historia viva de la región de Castilla y León, donde las antiguas leyendas de ilustres linajes, torneos de caballeros e intrigas palaciegas se entrelazan inseparablemente con la imponente belleza de las rocas graníticas de Gredos, creando una imagen majestuosa e inolvidable.






