
Con la llegada del otoño, los paisajes de Soria, una de las provincias más despobladas y auténticas de España, se transforman radicalmente. Los extensos campos, quemados por el sol veraniego, dan paso a una alfombra de tonos rojizos y dorados. El aire se vuelve fresco y transparente, y el silencio sólo es interrumpido por el crujir de las hojas caídas. Es precisamente en esta época, tan melancólica como hermosa, cuando la naturaleza de Castilla y León reserva para los viajeros sus sorpresas más íntimas. Lejos de las rutas habituales, en un rincón escondido donde las rocas se encuentran con el bosque, despierta de su letargo veraniego un gigante acuático cuyo rugido resuena por toda la comarca. Este espectáculo atrae a quienes buscan no sólo un bello paisaje, sino una conexión auténtica con la naturaleza.
A sólo unos minutos de la capital provincial, en el municipio de Golmayo, se encuentra el pequeño pueblo de Fuentetoba. Es aquí, a los pies del imponente pico Frentes, donde nace este milagro. La cascada de La Toba cae desde más de veinte metros de altura, descomponiéndose en miríadas de gotas al chocar contra las rocas. Su caudal proviene de un manantial que brota en la ladera de la montaña, cuya cima alcanza los 1.375 metros. Cuando las lluvias otoñales llenan los acuíferos subterráneos, el arroyo se convierte en un torrente impetuoso. En su base se forman remansos de agua helada y cristalina, donde el cielo y los árboles se reflejan como en un espejo. El propio nombre “Toba” hace referencia a una peculiaridad geológica de la zona: la toba calcárea. Esta roca ligera y porosa se ha formado durante milenios debido al alto contenido de bicarbonato de calcio en el agua, creando el insólito relieve de la peña por donde corre el arroyo.
Pero no solo la naturaleza hace especial este lugar. Justo en la ladera sur de la montaña, muy cerca del cauce de agua, se conservan las ruinas del monasterio de La Monjía. Esta construcción de estilo románico, que data del siglo XI, confiere al paisaje un aire de misterio y relevancia histórica. En su tiempo, fue un recinto fortificado que presenció numerosos acontecimientos del pasado. Su proximidad al nacimiento del río Golmayo convierte el paseo en un viaje en el tiempo, donde se puede tocar la piedra antigua e imaginar la vida de las personas hace casi mil años. Existe también un detalle más moderno, pero igualmente intrigante, en la historia de este lugar. Según los archivos locales, la actual y potente cascada apareció tras unas intervenciones de ingeniería en 1937. En ese entonces, los especialistas realizaron explosiones con el objetivo de encontrar la ubicación exacta de una fuente subterránea que abasteciera de agua a la capital provincial. Así, en busca de un fin práctico, el ser humano contribuyó involuntariamente a la creación de un paraje de increíble belleza.
Es importante recordar que La Toba es un fenómeno estacional. En verano, el arroyo casi se seca por completo y la roca queda al descubierto. Su verdadero esplendor y majestuosidad se revelan desde finales del otoño hasta mediados de la primavera, después de intensas lluvias. Es en ese momento cuando el bosque circundante se llena de colores y el sonido del agua cayendo crea una atmósfera de tranquilidad única. El acceso a este monumento natural es sumamente sencillo. Hay un aparcamiento cercano, desde el cual un sendero cómodo te lleva, en solo unos minutos a pie, a una vista impresionante. Visitar este lugar es una oportunidad para descubrir otra España, auténtica y alejada del turismo, donde el tiempo parece ir más despacio y la naturaleza sigue siendo la protagonista, compartiendo generosamente su belleza con todo aquel dispuesto a alejarse de los caminos habituales.






