
A orillas del río Ebro, en pleno corazón de la región de Rioja Alavesa, se encuentra un lugar que parece salido de una escena pastoral. Es uno de esos destinos que, a pesar de su gran herencia cultural y vinícola, logra mantenerse al margen de las rutas turísticas más concurridas. Sus calles empedradas, bodegas de renombre mundial y siglos de historia lo convierten en un auténtico hallazgo para el viajero exigente. El nombre de este rincón es Elciego, un municipio donde el aire mismo está impregnado de vino.
Estas tierras forman parte de una de las denominaciones vinícolas más prestigiosas del país. Aquí, bodegas familiares centenarias conviven con proyectos vanguardistas, entre los cuales destaca, sin duda, la célebre Marqués de Riscal. Su edificio principal está coronado por una estructura fantástica de láminas de titanio, diseñada por el arquitecto Frank Gehry. Este icono arquitectónico se ha convertido en un imán para amantes del vino de todo el mundo y ha consolidado la ciudad como una parada imprescindible en cualquier ruta enológica.
Además de las catas y las visitas a bodegas, el visitante puede sumergirse plenamente en la cultura que define todo el modo de vida local. La oficina de turismo, que comparte edificio con la biblioteca municipal, ofrece rutas para explorar la iglesia parroquial de San Andrés, palacios barrocos repartidos por el casco histórico y callejones estrechos que han conservado intacta su esencia medieval. Aunque la fama actual del pueblo está ligada al noble vino, sus raíces se remontan a tiempos lejanos. Las primeras referencias al asentamiento datan del siglo XI, cuando dependía de Laguardia. No fue hasta 1583 cuando el rey Felipe II le otorgó la independencia, recibiendo a cambio no solo monedas de maravedíes, sino también jarras de vino, lo que demuestra la relevancia de la producción local ya en esa época. Aquel documento original todavía se conserva con esmero y es motivo de orgullo para los vecinos.
Pasear por las calles de Elciego es como viajar en el tiempo. Los palacios de los siglos XVII y XVIII, como el Palacio de Ramírez de la Piscina o la llamada “Casa de Hierro”, reflejan la riqueza arquitectónica legada por las familias nobles. La plaza mayor y la casa consistorial se han convertido en puntos de encuentro que permiten comprender la vida social y cultural del municipio.
Entre los monumentos religiosos destaca la iglesia de San Andrés, construida en el siglo XVI y notable por sus dos torres, completamente diferentes, pero igualmente majestuosas. En sus muros se entrelazan estilos que van desde el gótico hasta el barroco, pasando por el renacimiento y el neoclasicismo. Aunque el templo no siempre está abierto al público, es posible acceder a su interior formando parte de una visita guiada.
Otro lugar emblemático es la capilla de la Virgen de la Plaza, situada en la plaza principal. Construida en el siglo XVIII, alberga la estatua de la patrona de la ciudad y acoge las celebraciones religiosas más importantes. Aquí, las tradiciones están profundamente integradas en la vida cotidiana, lo que permite que el pueblo conserve su identidad propia. Las principales festividades en honor a la Virgen María se celebran cada año el 8 de septiembre, llenando las calles de música, bailes tradicionales y un ambiente de alegría generalizada. Gaiteros y tamborileros marcan el ritmo en los días en que el pueblo se transforma en un hervidero de júbilo. Estas fiestas, transmitidas de generación en generación, ofrecen una oportunidad única para entrar en contacto con la cultura local.
Quien visite Elciego descubrirá un lugar donde la modernidad convive en perfecta armonía con la tradición. El audaz diseño de Gehry se eleva junto a palacios centenarios, las fiestas populares contrastan con la calma de las calles silenciosas, y los viñedos cuentan historias de un pasado que sigue marcando el presente. Todo esto, en un entorno alejado de las multitudes turísticas, ideal para quienes buscan la auténtica esencia del norte de España, sin el bullicio de los destinos más concurridos.





