
El cambio de poder en el Gran Ducado de Luxemburgo no solo implicó la transferencia de atribuciones estatales, sino también el traspaso de la tesorería familiar de la Casa de Nassau a su nueva soberana, la princesa Stéphanie. Esta colección, una de las más impresionantes de Europa, no es solo un conjunto de joyas, sino una auténtica crónica de la dinastía, plasmada en diamantes, esmeraldas y zafiros. Cada pieza, que ahora llevará Stéphanie de Lannoy, fue testigo de momentos clave en la historia de este pequeño reino, y algunas de ellas están reservadas exclusivamente para la primera dama del Estado.
La joya de la colección es, con razón, la Tiara Imperial. Esta creación monumental del joyero alemán Jakob Tilmann Spehlz, realizada hacia 1830, sorprende por su tamaño: más de diez centímetros de altura. Según la leyenda, la diadema fue confeccionada a partir de joyas anteriores —brazaletes, anillos y collares—. Fue especialmente apreciada por la bisabuela del actual monarca, la gran duquesa Carlota, quien la lució por primera vez en su boda en 1919. A diferencia de sus predecesoras, María Teresa la usó solo en cuatro ocasiones durante un cuarto de siglo de reinado, subrayando así su estatus especial. Ahora, el derecho a portar este símbolo de autoridad ha pasado a Stéphanie.
La historia de muchas joyas está estrechamente ligada a la diplomacia y a las alianzas familiares. Por ejemplo, la tiara belga compuesta por 854 diamantes sobre una base de platino fue un regalo de bodas para la heredera duquesa Josefina-Charlotte por parte de la corporación financiera Societe Generale en 1953. Otra pieza con un nombre significativo, la tiara-collar “Congo”, fue un obsequio de la colonia belga a la misma princesa con motivo de su matrimonio. Estas joyas son testigos mudos de una época pasada, cuando regalos de tal magnitud formaban parte de la alta política.
Un lugar especial en la colección lo ocupan las creaciones de reconocidas casas joyeras francesas. La tiara de esmeraldas de Chaumet, elaborada en el estilo ‘bandeau’ tan de moda en los años 20, fue un regalo de Navidad del príncipe Félix a su esposa Charlotte en 1926. Otra obra de Chaumet, una delicada tiara-choker con perlas y diamantes, era la favorita de la abuela del príncipe Guillermo y puede transformarse en collar. En cambio, la tiara de esmeraldas “Pavo real” de Van Cleef & Arpels, creada a partir de los pendientes de la madre de Josefina-Charlotte, la princesa Astrid de Bélgica, curiosamente no fue especialmente apreciada por María Teresa.
Algunas joyas tienen un profundo significado personal y familiar. Tal es la tiara «Hojas de vid», que tradicionalmente lucieron todas las mujeres de la dinastía en sus bodas, incluida la propia Stefania. Otro conjunto emblemático es el de aguamarinas, compuesto por una tiara, un collar, unos pendientes y una pulsera; en 1970, la diadema fue hábilmente transformada a partir de una pulsera. María Teresa solía prestar estas piedras azul celeste a su nuera, mostrando la continuidad y las relaciones cálidas dentro de la familia.
El joyero de Nassau también alberga sus propios enigmas. El origen de los magníficos pendientes con grandes esmeraldas en forma de pera y diamantes sigue siendo incierto. Algunos expertos creen que se trata de antiguas reliquias familiares que volvieron a ver la luz en los años 80 del siglo pasado. Otros sostienen que fue la propia María Teresa quien los adquirió, ya que no existen pruebas de que las generaciones anteriores de grandes duquesas los hayan llevado. Este misterio no hace sino añadir encanto y valor a la exclusiva colección, que ahora brillará en manos de la nueva guardiana de las tradiciones de Luxemburgo.






