
Cataluña sigue siendo la única comunidad autónoma de España que aún no cuenta con una ley electoral propia. Desde hace 45 años, la distribución de escaños en el Parlamento se basa en datos censales obsoletos de 1979. Recientemente, un grupo de catalanes residentes en el extranjero ha iniciado un nuevo intento de cambiar esta situación. Han presentado una iniciativa que vuelve a poner sobre la mesa la cuestión de la justicia representativa y los derechos de participación electoral para quienes hace tiempo dejaron la región.
El principal objetivo de la iniciativa es facilitar el proceso de votación para los catalanes que viven en el exterior. Actualmente, participar en las elecciones resulta un proceso complicado y agotador para ellos. Se propone crear una circunscripción electoral propia para la diáspora, además de implementar el voto electrónico y una junta electoral específica, similar a lo que ya existe en Francia y el Reino Unido. En las últimas elecciones, de casi 300.000 catalanes con derecho a voto en el extranjero, solo participó una mínima parte: la tasa de participación fue inferior al 7%.
Sin embargo, la cuestión no se limita solo a aspectos técnicos. La creación de una circunscripción para la diáspora inevitablemente afecta el equilibrio de fuerzas entre las provincias. Si se asignan nuevos escaños a los catalanes en el extranjero, habría que reconsiderar el reparto de representantes entre Barcelona, Girona, Tarragona y Lleida. Esto siempre ha generado disputas entre los partidos, ya que la alteración del número de diputados puede influir en el escenario político de la región.
En el ámbito académico, hace tiempo que se habla de la necesidad de actualizar las normas. Algunos expertos opinan que al menos parte de la reforma —por ejemplo, la introducción del voto electrónico y la creación de una comisión electoral propia— podría implementarse sin cambiar los principios de reparto de escaños. Sin embargo, los partidos políticos, especialmente los más pequeños, temen que cualquier cambio pueda afectar negativamente a su posición. También recuerdan la experiencia de principios de los años 2000, cuando, debido a las particularidades del sistema, el ganador en votos no siempre obtenía la mayoría de los escaños.
Según la normativa vigente, corresponde un diputado por cada 50.000 habitantes, y el Parlamento de Cataluña cuenta en total con 135 escaños. La cuestión de si conviene aumentar el número total de diputados o redistribuir los existentes sigue abierta. Algunos consideran que un distrito separado para la diáspora podría obtener al menos cinco escaños, pero esto generaría descontento en otras regiones, especialmente en aquellas donde ya se percibe una falta de representación.
Por ahora, la iniciativa apenas comienza su recorrido: si el Parlamento le da luz verde y se logra reunir el número necesario de firmas, la decisión final seguirá estando en manos de los políticos. Las preguntas sobre cómo cambiará exactamente el sistema, cuántos escaños recibirá el nuevo distrito y si los partidos podrán llegar a un acuerdo, aún no tienen respuesta. Pero una cosa está clara: el debate sobre el futuro del sistema electoral de Cataluña vuelve a estar en primer plano, y esta vez son los propios catalanes que viven en el extranjero quienes lo están impulsando.





