
Existen rincones en nuestro planeta donde el termómetro marca cifras inimaginables para la mayoría de las personas y el aire helado puede congelar las pestañas al instante. En estos lugares, los coches quedan encendidos durante horas y la tierra permanece cubierta de hielo incluso en pleno verano. Sin embargo, estas regiones extremas no están deshabitadas. Desde las interminables llanuras de Siberia hasta las tierras del norte de Canadá, cientos de miles de personas llaman hogar a estos mundos helados, construyendo una vida plena a pesar de las condiciones meteorológicas más extremas.
Yakutsk: la capital del frío mundial
En pleno corazón de Siberia Oriental se encuentra Yakutsk, considerado con razón la ciudad grande más fría del planeta. Durante el invierno, las temperaturas descienden hasta los -50 °C y el récord histórico se aproximó a los -64 °C. Fundada hace casi cuatro siglos como un fuerte ruso, esta ciudad siempre fue un punto clave para el desarrollo de la vasta Yakutia. A pesar de las condiciones extremas, Yakutsk se transformó en un importante centro urbano, económico y cultural. Toda la infraestructura está construida sobre el permafrost, que nunca llega a descongelarse del todo. Esto obliga a edificar sobre pilares elevados para evitar que el calor de los edificios derrita el suelo helado. Los habitantes locales, para quienes convivir con el hielo es parte de la vida cotidiana, han desarrollado una resistencia única y afrontan cada invierno como una nueva prueba de su capacidad de adaptación.
Hoy en día, Yakutsk cuenta con más de 350 mil habitantes, lo que lo convierte en una de las ciudades más pobladas del noreste de Rusia. El crecimiento demográfico en las últimas décadas está relacionado con el desarrollo de la industria minera, así como con su papel como centro administrativo y educativo. Aquí funcionan universidades, institutos de investigación y un aeropuerto que, aunque con dificultades, mantiene la conexión con el resto del país. Vivir en estas condiciones exige un esfuerzo constante. En invierno, las calles están cubiertas por una densa capa de nieve y el aire helado quema el rostro. A pesar de todo, la vida urbana no se detiene: las escuelas y los mercados siguen abiertos, y los niños, enfundados en varias capas de ropa, juegan al aire libre.
Oymyakon y otros polos de frío
A unos 800 kilómetros de Yakutsk se encuentra la pequeña localidad de Oymyakon, que disputa el título de asentamiento más frío del planeta. En 1926 aquí se registró una temperatura de -71,2 °C, una cifra difícil de imaginar. Fundado por pastores nómadas de renos en la década de 1920, este pueblo siberiano cuenta con menos de mil habitantes. Durante los nueve meses de un largo invierno, el sol apenas asoma y la tierra permanece congelada hasta el fondo. La supervivencia depende de la caza, la cría de renos y el consumo de pescado congelado, ya que la agricultura es imposible. Incluso los coches deben dejarse encendidos durante horas para evitar que el motor se congele.
Pero no solo Siberia es famosa por sus gélidos inviernos. En Canadá, la capital de los Territorios del Noroeste, Yellowknife, también es conocida por su clima extremo. En invierno, las temperaturas pueden caer por debajo de los -40 °C. Fundada en 1934, la ciudad vive de la minería y el turismo de naturaleza. Su población supera los 20.000 habitantes. Los largos inviernos se ven compensados por las impresionantes auroras boreales y una fuerte identidad cultural. Otro ejemplo es Norilsk, en el norte de Rusia, una de las ciudades industriales más frías y aisladas del planeta. Fundada en 1935, fue construida principalmente por prisioneros durante la era de Stalin. La temperatura media invernal ronda los -30 °C y la noche polar se prolonga durante semanas. La economía local gira en torno a la extracción de níquel y cobre, y su población supera los 180.000 habitantes.
Secretos para sobrevivir en el permafrost
Adaptarse a la vida cotidiana en ciudades como Yakutsk, Oymyakon, Norilsk o Yellowknife implica resolver desafíos que van mucho más allá de un simple aislamiento térmico. El transporte, la vivienda, la alimentación y las comunicaciones exigen soluciones poco convencionales. Los edificios se construyen sobre pilotes, los conductos se instalan por encima del suelo y los coches suelen quedarse encendidos toda la noche. El día a día está completamente determinado por el clima. La gente viste varias capas de ropa térmica, las escuelas cancelan las clases cuando la temperatura baja de -55 °C y los servicios médicos están siempre preparados para casos de congelación. Sin embargo, en estas comunidades reina un sentimiento especial de orgullo colectivo. En lugares donde el invierno dura casi todo el año, el recurso más valioso es el calor humano y el apoyo mutuo.






