
El sábado marcó un punto de inflexión para la vida política de Cataluña. Aproximadamente 70.000 personas salieron a las calles de Barcelona para mostrar solidaridad con la población de Gaza y condenar las acciones de Israel. Esta cifra triplicó casi la asistencia habitual de la tradicional marcha del Día de Cataluña, que hasta hace poco era considerada el evento más importante para los activistas locales.
La movilización fue convocada por más de seiscientas asociaciones y sindicatos. Los manifestantes exigieron el fin de la violencia y de las matanzas, así como una revisión de la política exterior de España respecto a Oriente Próximo. Entre la multitud se encontraban representantes de diversas fuerzas políticas, incluyendo CUP y Comuns, que competían por liderar este movimiento. También participaron figuras conocidas como el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, el líder de ERC Oriol Junqueras y otros personajes destacados de la escena catalana.
Especial atención suscitó el caso de la exalcaldesa Ada Colau, que permanece detenida en Israel tras intentar romper el bloqueo marítimo de Gaza. Su arresto impulsó nuevos debates sobre derechos humanos y la responsabilidad internacional. Como respuesta, Comuns exigieron a Pedro Sánchez el restablecimiento de la ley de jurisdicción universal para poder juzgar a dirigentes israelíes por crímenes contra palestinos y ciudadanos españoles.
Esta vez, incluso partidarios de la independencia de Cataluña, como Pep Guardiola y Mònica Terribas, llamaron a sumarse a la protesta. Esto indica que las prioridades en la sociedad han cambiado: ahora la defensa de los derechos de los habitantes de Gaza es más importante que los antiguos lemas independentistas. En términos políticos, esto significa que la agenda catalana está experimentando una transformación profunda.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se encontró en una posición favorable al haber apoyado con antelación el reconocimiento de Palestina ya en la primavera de 2024. Sin embargo, ahora se espera de él que tome medidas más firmes, como romper relaciones con Israel y rechazar el plan de arreglo propuesto por Donald Trump. La movilización masiva en Barcelona fue una señal clara: la sociedad exige cambios y está dispuesta a salir a las calles por nuevas causas.





