
La Costa Blanca es famosa no solo por sus playas, sino también por sus sorprendentes posibilidades para el turismo activo. Entre acantilados y pinos mediterráneos se extienden decenas de senderos que permiten disfrutar de la naturaleza sin necesidad de preparación especial. Desde el Cabo de la Huerta hasta la sierra de Sierra Helada, esta región se ha convertido en un auténtico paraíso para senderistas de todos los niveles.
Uno de estos recorridos merece especial atención por su versatilidad. Es la ruta que atraviesa el parque natural de Sierra Helada y termina en un antiguo referente lumínico que se eleva sobre el horizonte. Se trata del camino hacia el Faro de l’Albir, un itinerario sencillo, perfectamente señalizado y totalmente seguro para disfrutar en familia. Es apto para caminar tranquilamente, salir con cochecitos de bebés o personas con movilidad reducida.
El punto de partida está junto al centro de información en el municipio de Alfàs del Pi. Desde allí arranca un sendero asfaltado de 2,5 kilómetros que lleva al extremo norte de Sierra Helada: la Punta Bombarda. La principal ventaja es la ausencia total de tráfico rodado, lo que permite pasear sin preocupaciones, respirar aire puro y contemplar las vistas sobre la bahía de Altea y la majestuosa Sierra de Bernia. La ruta ida y vuelta cubre unos 5 kilómetros. Se puede completar en hora y media, aunque lo ideal es tomarse el tiempo necesario y detenerse en los miradores.
A lo largo del recorrido, se han habilitado varios miradores con espectaculares vistas panorámicas al Mediterráneo. Uno de los lugares más impresionantes aparece justo después de pasar un pequeño túnel: en ese punto, las rocas se abren de repente y revelan la inmensidad azul, lo que lo ha convertido en un sitio muy popular para tomar fotografías. Desde aquí puede apreciarse perfectamente el tono turquesa del agua que baña la zona protegida del parque, donde la flora mediterránea convive con vertiginosos acantilados.
El destino final de la ruta es el Faro de l’Albir. Fue inaugurado en 1863 y restaurado en 2011 para convertirse en centro de visitantes del parque. La construcción, diseñada por el ingeniero Antonio Molina, sirvió durante décadas como referencia para los marineros locales. En la actualidad, su luz sigue siendo un símbolo para los habitantes y visitantes de l’Alfàs del Pi. Además de su valor histórico, ofrece una de las mejores vistas de la costa, con el horizonte que se extiende hasta el Peñón de Ifach y la isla de Benidorm.
Junto al edificio se conservan las ruinas de la torre Bombarda. Esta estructura del siglo XVI formaba parte del sistema de defensa costera contra los ataques de piratas berberiscos. Los restos de muros de hasta cuatro metros de altura recuerdan la importancia estratégica que tuvo este lugar en el pasado. Hoy, el legado histórico se fusiona con la tranquilidad del presente, donde los visitantes disfrutan del silencio solo interrumpido por el sonido de las olas y los gritos de las gaviotas.
El camino está completamente adaptado para sillas de ruedas, lo que convierte esta excursión en una de las más inclusivas de la Comunidad Valenciana. En determinados horarios, incluso se permite circular en bicicleta, siempre que se respete el entorno natural. Es un excelente ejemplo de cómo el turismo sostenible puede coexistir con la protección del medio ambiente, permitiendo que las personas disfruten de la belleza del paisaje sin causarle daño.
Para aprovechar al máximo la visita, merece la pena acercarse al centro de información junto al faro. El horario varía según la temporada. En invierno abre de lunes a viernes de 9:00 a 14:00, y los fines de semana de 10:00 a 13:30. En verano, el centro también abre por las tardes de miércoles a sábado, de 18:00 a 21:00. En el interior se puede conocer más sobre la historia del faro, la flora y fauna del parque y la biodiversidad marina de la zona.






