
Los diuréticos, conocidos en medicina como fármacos que aumentan la eliminación de líquidos, se han convertido en un elemento habitual en los botiquines de muchos españoles. Se recetan ante cuadros graves, como la hipertensión o la insuficiencia cardíaca. Sin embargo, detrás de su aparente sencillez —la capacidad de eliminar el exceso de líquidos del organismo— se esconde un mecanismo complejo que requiere un estricto control médico. El uso inadecuado de estos medicamentos, especialmente con el objetivo de perder peso rápidamente, puede provocar consecuencias graves para la salud. La reconocida farmacéutica Esther Basté ha aclarado los detalles sobre cómo deben usarse estos medicamentos, desmontó mitos populares y explicó cómo evitar errores peligrosos.
¿Qué hay detrás del efecto diurético?
En esencia, los diuréticos estimulan a los riñones a trabajar con mayor intensidad para eliminar el exceso de sal y agua a través de la orina. Imagine que nuestro cuerpo es un sistema hidráulico complejo. A veces, la presión en él aumenta o se acumula humedad adicional. Los diuréticos actúan como válvulas que ayudan a liberar ese excedente. Sin embargo, no todas las «válvulas» son iguales. Existen diferentes grupos de medicamentos, cada uno con su propio mecanismo de acción. Los diuréticos tiazídicos, como la hidroclorotiazida, actúan de manera suave y gradual, y a menudo se recetan para el control a largo plazo de la hipertensión. Los de asa, siendo la furosemida el ejemplo más conocido, tienen un efecto potente y rápido, como si abrieran una compuerta al máximo. Se emplean en situaciones de emergencia, cuando es necesario eliminar edemas de piernas o pulmones rápidamente. También existen los diuréticos ahorradores de potasio, como la espironolactona, que eliminan el agua pero procuran conservar el potasio en el organismo, un mineral fundamental para el corazón. Hay análogos naturales como la piña, el espárrago, el pepino o las infusiones de diente de león, pero su efecto no es comparable al de los medicamentos y no pueden sustituir una terapia prescrita.
Efectos secundarios y riesgos ocultos
La eliminación activa de líquidos conlleva inevitablemente riesgos. Junto con el agua, el organismo pierde electrolitos esenciales como el potasio, el sodio y el magnesio. Su desequilibrio puede afectar gravemente el funcionamiento del corazón, los músculos y el sistema nervioso. Los efectos secundarios más frecuentes del uso de diuréticos son la deshidratación, que se manifiesta con fatiga y sed intensa, calambres musculares por falta de potasio, así como mareos provocados por una caída brusca de la presión arterial. Estos estados pueden agravarse si se toman durante mucho tiempo sin control adecuado. Por eso, los médicos insisten en realizar análisis de sangre periódicos en los pacientes que toman diuréticos de forma continua. Los especialistas supervisan los niveles de potasio y sodio, así como los indicadores de creatinina y urea para evaluar el funcionamiento renal bajo la carga adicional. Ante cualquier señal de alarma, como mareos intensos, palpitaciones, calambres severos, confusión o debilidad extrema, es imprescindible acudir al médico de inmediato.
Reglas de uso seguro: lo que no dice el prospecto
Para que el tratamiento sea eficaz y seguro, es importante seguir algunas reglas sencillas. Se recomienda tomar los diuréticos por la mañana para evitar frecuentes visitas nocturnas al baño. Aunque el medicamento elimina líquidos, es fundamental mantener el equilibrio hídrico y beber suficiente agua pura a lo largo del día. Para compensar la pérdida de potasio, especialmente al usar diuréticos potentes como la furosemida, conviene enriquecer la dieta con alimentos ricos en este mineral, como plátanos y aguacates. Es crucial tener en cuenta las interacciones medicamentosas. La combinación de diuréticos con ciertos antiinflamatorios (ibuprofeno, naproxeno) puede reducir su eficacia y dañar los riñones. La combinación con otros medicamentos para reducir la presión arterial o tratar enfermedades cardíacas es completamente normal y a menudo necesaria, pero debe ser prescrita únicamente por un médico, quien podrá calcular las dosis adecuadas y controlar el estado del paciente.
El principal peligro radica en los conceptos erróneos sobre los diuréticos. El mito más común es que ayudan a perder peso. Es fundamental entender: eliminan agua, no grasa. La reducción reflejada en la balanza será temporal, y el daño de este tipo de «adelgazamiento» puede ser duradero. Usarlos para «eliminar la hinchazón» antes de un evento importante significa exponer el organismo a un riesgo injustificado. Estos medicamentos son una herramienta seria en manos del médico para tratar enfermedades específicas, no un producto cosmético. Tampoco se debe interrumpir el tratamiento apenas se note una mejoría, ya que esto puede provocar la reaparición de los síntomas. Una actitud responsable y el estricto seguimiento de las recomendaciones del especialista son clave para que el medicamento brinde solo beneficios.





