
Apenas terminas de comer, vuelves a pensar en la próxima comida. Cuando los pensamientos sobre la comida se vuelven casi constantes, esto puede indicar problemas más profundos que simplemente tener buen apetito. A menudo, es una señal de desequilibrio tanto alimentario como emocional. Desde el punto de vista de la dietética, una dieta desequilibrada, pobre en proteínas, grasas saludables o fibra, deja al organismo insatisfecho. El cerebro sigue enviando señales de hambre, intentando compensar la falta de nutrientes. Sin embargo, la raíz del problema también puede ser psicológica: el estrés, la ansiedad o incluso el simple aburrimiento pueden provocar el deseo de comer, utilizando la comida como consuelo o forma de escapar de la realidad.
Cuando la comida se convierte en el centro del universo
Comer no solo alimenta el cuerpo, sino que también calma la mente. Pero ¿qué hacer cuando los pensamientos sobre la comida se vuelven obsesivos? Según May Morón, especialista en nutrición emocional y autora del libro «¿De qué debes deshacerte para adelgazar? Aligera tu mochila emocional», pensar en la alimentación es parte de la vida cotidiana, la cultura y los rituales sociales. El problema surge cuando este proceso acapara toda la atención y la vida comienza a girar únicamente en torno a ello. La persona piensa desde la mañana hasta la noche en lo que puede o no puede comer, en las calorías de los alimentos. La experta explica que, en este caso, la comida empieza a controlarnos, nos quita energía y empeora nuestro bienestar. Muchas mujeres quedan atrapadas en un círculo vicioso de ansiedad, culpa y obsesión. Es importante comprender que esto no es una falta de fuerza de voluntad, sino una señal de que nuestro estado interno necesita ser atendido con cuidado.
Estrés, dietas y carencias emocionales
Los pensamientos obsesivos sobre la comida pueden ser realmente un síntoma de ansiedad o estrés. May Morón señala que, en períodos de tensión, el cuerpo busca formas rápidas de calmarse, y la comida es una de las opciones más accesibles. No es casualidad que en esos momentos surja el deseo por alimentos de sabores intensos: dulces, salados o grasos. Es como si la mente dijera: «Necesito un respiro» y lo encontrara en la comida. Ansiedad y estrés son sensaciones desagradables y, en lugar de escuchar sus señales, las personas prefieren acallarlas. La comida actúa como una curita temporal, que trae alivio, pero luego viene el arrepentimiento y la culpa. La cultura de las dietas también juega un papel clave en la formación de la obsesión. Impone estándares de apariencia y clasifica los alimentos como “prohibidos” o “permitidos”. Como se sabe, lo prohibido resulta más atractivo, y del control excesivo a perderlo por completo solo hay un paso. Cuanto mayores son las restricciones, más espacio ocupa la comida en la mente. La especialista destaca que, a menudo, la comida sustituye lo que realmente necesitamos: descanso, afecto, tranquilidad o comunicación. Nos brinda un alivio momentáneo, pero no resuelve el problema de fondo. Por eso es tan importante hacerse preguntas como: «¿Qué quiero realmente? ¿Tengo hambre o quiero cambiar mi estado emocional?»
Cómo romper el círculo vicioso: un enfoque integral
Pensar constantemente en la comida también es una señal clara de que las restricciones alimentarias son demasiado estrictas. Cuando reducimos las porciones o eliminamos grupos enteros de alimentos, el deseo de consumir lo “prohibido” solo aumenta. Por eso, al finalizar una dieta, muchas personas vuelven a sus antiguos hábitos o se rinden. El problema no está en la persona, sino en la ineficacia de las propias dietas. Las prohibiciones no funcionan a largo plazo. A menudo, el organismo carece de proteínas y grasas saludables que brindan saciedad, o simplemente no recibe suficiente energía. Para estabilizar el apetito y reducir la obsesión, Mai Morón propone un enfoque integral que equilibra el cuerpo, la mente y las emociones. A nivel físico, recomienda comer de manera suficiente y regular, incluyendo proteínas, grasas, carbohidratos complejos y fibra en la dieta. Es fundamental practicar la alimentación consciente: saborear cada bocado, prestar atención a las señales de hambre y saciedad, y dejar de clasificar los alimentos como “buenos” o “malos”. A nivel emocional, es importante aprender a reconocer las verdaderas necesidades y encontrar fuentes de placer más allá de la comida. En el plano mental, desarrollar un diálogo interno más amigable y liberarse de creencias limitantes. Integrar estos tres aspectos permite reducir la obsesión y encontrar paz y libertad interior.





