
Muchas personas se encuentran con situaciones en las que proyectos y tareas iniciados con entusiasmo quedan inconclusos. A menudo, esto se atribuye simplemente a la pereza o a la falta de fuerza de voluntad. Sin embargo, psicólogos españoles señalan que la raíz del problema puede ser mucho más profunda, relacionada con conflictos internos, miedos e incluso experiencias vividas en la infancia.
Según el psicólogo Rodrigo Díaz Carazo, el hábito de abandonar las cosas a mitad de camino no siempre es sinónimo de pereza. A menudo, es el resultado de un conflicto interno entre el deseo de alcanzar una meta y la dificultad de mantener la constancia. Las causas pueden incluir una baja tolerancia a la frustración, dificultad para gestionar el tiempo o la ausencia de un objetivo claro que mantenga la motivación. En ocasiones, esto está relacionado con barreras emocionales: miedo a no hacerlo lo suficientemente bien, sensación de que los esfuerzos carecen de sentido o autoexigencias tan elevadas que literalmente paralizan cualquier actividad.
Es importante distinguir entre abandonar un proyecto y la procrastinación. La procrastinación ocurre cuando una persona desea lograr un objetivo, pero pospone la tarea, encontrando excusas o distracciones más agradables. Por otro lado, en el caso de los proyectos inconclusos, el interés inicial puede desaparecer por completo, dejando sin energía para seguir adelante. Si este patrón se repite en varios ámbitos de la vida y va acompañado de una sensación de vacío, falta general de motivación o incluso síntomas de ansiedad, puede ser señal de un problema psicológico más serio.
La motivación y la autoestima juegan un papel clave en la capacidad de terminar lo que se ha empezado. Una motivación estable, basada en valores personales y sentido, ayuda a superar las dificultades. Pero si la autoestima es baja y la persona no confía en sus propias capacidades, la probabilidad de rendirse antes de ver resultados aumenta considerablemente. No se abandonan los proyectos por falta de talento, sino por la incapacidad de confiar en uno mismo y persistir durante mucho tiempo.
Otra trampa común es el perfeccionismo, estrechamente relacionado con el miedo al fracaso. Finalizar un proyecto significa exponer su resultado a la crítica, tanto externa como propia. Al dejar un asunto sin terminar, la persona se protege inconscientemente de un posible fracaso, pero al mismo tiempo se priva de la oportunidad de tener éxito.
Las raíces de este problema suelen encontrarse en la infancia. Un niño al que solo elogiaban por obtener resultados perfectos, y no por el esfuerzo realizado, puede llegar a la adultez convencido de que nunca es lo suficientemente bueno. Las comparaciones constantes con otros o las críticas también socavan la confianza en uno mismo. Estas heridas emocionales se manifiestan en forma de bloqueos internos y una tendencia a rendirse ante las dificultades.
La especialista en psicología positiva Sofía García habla de las llamadas «creencias nucleares», que se forman en el pasado y se activan al enfrentar ciertos desafíos. Reconocer estas creencias por uno mismo puede ser complicado, por lo que a veces se necesita la ayuda de un profesional para trabajarlas. Para acallar los pensamientos negativos asociados a estas creencias, muchas personas recurren a la procrastinación como una forma de autorregulación emocional.
Para romper este círculo vicioso, los expertos proponen dos pasos prácticos. Primero, hacer una lista de las tareas que se han dejado a medias y analizarlas en busca de similitudes. Esto ayudará a identificar esas creencias ocultas que impiden avanzar. Segundo, determinar los valores personales que hay detrás de cada acción. Es importante cambiar el enfoque de «debo hacer esto para obtener algo» a «quiero hacer esto porque es importante para mí». Este enfoque ayuda a fortalecer la motivación interna y a finalizar con éxito lo que se emprende.





