
Lejos de las rutas turísticas habituales, en el corazón de la “Iberia verde”, sobreviven rincones donde la naturaleza aún impone sus propias reglas. La provincia de Lugo es uno de estos bastiones de belleza virgen, ofreciendo a los aventureros no solo un paseo, sino una inmersión total en un mundo intacto por la civilización. Aquí, entre valles envueltos en niebla y bosques centenarios, se encuentra uno de los senderos más impresionantes del noroeste peninsular. Reconocido oficialmente por la Federación Gallega de Montañismo bajo el código PR-G 145, espera a quienes buscan experiencias genuinas.
Se trata de una ruta circular de unos 21 kilómetros, que requiere entre seis y siete horas de caminata constante para recorrerla con calma. El trayecto atraviesa tierras del municipio de Baleira, cruzando tres antiguas parroquias: A Braña, Martín y Cubilledo. Está pensada para quienes están preparados para un esfuerzo físico moderado y desean, como recompensa, algo más que bonitas fotos: una auténtica conexión con el entorno y la sensación de escapar completamente del bullicio diario.
El tesoro del antiguo bosque
El principal punto de interés en esta ruta es Fraga da Marronda, uno de los bosques autóctonos mejor conservados de esta parte de Europa. Es un verdadero reino de hayas, cuyos imponentes copas forman un denso dosel verde que apenas deja pasar algunos rayos de sol, dibujando en el suelo formas caprichosas de luz y sombra. El aire es denso, fresco y está impregnado del aroma a tierra húmeda, musgo y hojas en descomposición. El silencio es casi tangible, solo interrumpido por el canto de las aves, el golpeteo del pájaro carpintero y el susurro del viento entre las altas ramas. Este biotopo único está protegido por la red europea Natura 2000 y forma parte de la reserva de la biosfera que abarca el río Eo, Oscos y Terras de Burón, lo que subraya su extraordinario valor ecológico y su fragilidad.
Desde las cumbres montañosas hasta las cascadas murmurantes
El paisaje de la ruta cambia constantemente, manteniendo al viajero atento en todo momento. El sendero asciende hacia cumbres rocosas como Peña da Raia y desciende a valles sombreados dominados por la penumbra. Uno de los puntos más altos es el mirador O Ferreiro, desde donde se despliega una impresionante panorámica de todo el valle del río Eo, que serpentea abajo como una cinta plateada. El agua juega aquí un papel especial. Muy cerca se encuentra el nacimiento del propio Eo, y sus afluentes cristalinos acompañan a los caminantes en muchos tramos, impregnando el aire con su frescura. A lo largo del recorrido se encuentran cascadas pintorescas, como Fervenza da Acea de Serra y Pozo da Ferreira, ideales para hacer una parada, disfrutar del ambiente fresco y el sonido meditativo del agua cayendo.
Un viaje en el tiempo por antiguas aldeas
Este camino es un encuentro no solo con la naturaleza, sino también con la historia. Recorre diminutas aldeas rurales como Mendreiras y Cabreira, donde parece que el tiempo se ha detenido hace siglos. Casas de piedra con techos de pizarra, calles estrechas y la casi total ausencia de personas crean una atmósfera de autenticidad única. La infraestructura de la senda se integra armoniosamente en el paisaje: pequeños puentes de piedra antigua atraviesan arroyos y sólidas pasarelas de madera permiten salvar zonas pantanosas junto a la principal arteria de agua de la comarca. Todo ello invita a experimentar la armonía entre el ser humano y la naturaleza, forjada aquí durante siglos, y a observar un modo de vida que apenas ha cambiado.
Lo que hay que saber antes de salir
La ruta presenta un nivel de dificultad medio-alto y está recomendada principalmente para senderistas experimentados más que para principiantes. Es fundamental llevar calzado de trekking cómodo, suficiente agua y un tentempié ligero. Gracias a la señalización en ambos sentidos, se puede iniciar la caminata tanto desde la aldea de San Payo como desde la zona recreativa de A Cortevella, que, por cierto, es un lugar ideal para hacer un picnic antes de afrontar la parte principal y más exigente del recorrido. Aunque el sendero es atractivo en cualquier época del año, alcanza un carácter especialmente mágico en otoño, cuando los hayedos se tiñen de tonos dorados y rojizos, creando paisajes realmente fantásticos, casi de cuento. Es una experiencia que permite descubrir otra Iberia, salvaje, misteriosa y de una belleza inigualable, y que quedará grabada en la memoria durante mucho tiempo.






