
A solo una hora de la bulliciosa Madrid se extiende un mundo con sus propias reglas. Aquí, en la frontera entre las llanuras castellanas y las primeras estribaciones de la Sierra de Ayllón, el tiempo parece detenerse. Es una tierra donde la naturaleza no es solo un telón de fondo, sino el gran arquitecto que durante siglos ha dictado a las personas cómo y con qué materiales construir sus hogares. Así nació la ruta única de los pueblos de colores de Segovia: un viaje al corazón de la tierra que generosamente ha compartido con el hombre su gama cromática, desde el rojo intenso hasta el negro profundo o los dorados cálidos.
Estas localidades no son una atracción turística, sino una historia viva petrificada en piedra. Su paleta se debe únicamente a la geología. Los habitantes han usado durante siglos lo que encontraban bajo sus pies: arcilla ferruginosa, pizarra y cuarcita. Así surgieron conjuntos de asombrosa armonía, donde cada edificio forma parte imprescindible del paisaje. Venir aquí es descubrir una España sin artificios, escuchar el silencio y acercarse a la vida rural auténtica, preservada a pesar de todos los vientos del cambio.
Paleta de la tierra: muros de rojo ardiente
La primera y, quizás, la más llamativa parada de este viaje es Madriguera. Este pequeño pueblo, donde viven de forma permanente no más de treinta personas, recibe a sus visitantes con la calidez de sus muros rojizos. Da la impresión de que las casas no han sido construidas, sino que han brotado de la propia tierra, absorbiendo su intenso color ferruginoso. Las estrechas calles empedradas serpentean entre edificaciones de barro y piedra, creando la sensación de encontrarse en otro planeta. Aquí no hay lugar para las prisas. Cada fachada, cada tejado de tejas —todo sigue un único código cromático que otorga al pueblo una atmósfera inigualable de paz y recogimiento. Pasear por Madriguera es como practicar una meditación: una inmersión en un mundo donde el color es sinónimo de identidad.
La austera belleza de la pizarra negra
Una impresión completamente distinta deja El Muyo, la joya de las llamadas Aldeas Negras. Si Madriguera arropa, El Muyo fascina por su belleza sobria y casi ascética. Sus edificaciones están prácticamente construidas en su totalidad con pizarra oscura, extraída de las montañas cercanas. Sobre el intenso verde de la Sierra de Ayllón, estas construcciones oscuras crean un contraste poderoso y dramático. Al recorrer sus callejuelas sin asfaltar, resulta fácil imaginar cómo era la vida aquí hace siglos. El aire parece más denso, y el silencio, más profundo. Este sitio posee una magia especial y severa, que atrae a quienes buscan en los viajes no solo paisajes bonitos, sino también emociones fuertes y auténticas.
La armonía de tres colores y el legado de la piedra
La ruta no estaría completa sin visitar los lugares donde la naturaleza ha decidido mezclar todos sus colores. En Martín Muñoz de Ayllón, el rojo de la arcilla, el negro de la pizarra y los destellos dorados del cuarcita se funden en un equilibrio perfecto. Este pueblo demuestra cómo distintos materiales pueden convivir, creando un entramado arquitectónico complejo e interesante. La iglesia local, dedicada a San Martín de Tours, junto con las impresionantes vistas desde el puerto de Collado de las Cabras, hacen que la parada aquí sea imprescindible. Curiosamente, la pizarra de las canteras locales era de tan alta calidad que incluso se empleó en la construcción de la imponente Catedral de Segovia. Muy cerca se encuentra el pueblo de Villacorta, cuyo carácter rojizo se ve salpicado por toques oscuros de pizarra, lo que da a sus muros un aspecto especial, cálido y lleno de textura. Aquí no solo se puede admirar capillas antiguas y panorámicas desde los miradores, sino también descansar en un pequeño bar local y disfrutar de la hospitalidad de la Castilla más auténtica.
En definitiva, recorrer los pueblos de colores no es solo visitar lugares de interés, sino entablar un diálogo con la historia y la naturaleza. Cada localidad mantiene su carácter propio, invitando a los visitantes a descubrir el alma de una Segovia auténtica y alejada del turismo masivo. Y para quienes deseen alargar su estancia en esta tierra sorprendente, el cercano municipio de Riaza ofrece toda la infraestructura necesaria, desde restaurantes de cocina local hasta opciones de alojamiento, lo que convierte esta ruta en un plan perfecto para una escapada de fin de semana.






