
El Partido Popular (PP) no tuvo prisa en invitar a Pedro Sánchez a comparecer ante la comisión senatorial sobre el caso Koldo. Incluso cuando la situación del Gobierno se tensaba y el ex secretario de organización de los socialistas acababa en la cárcel, la oposición prefirió esperar. La dirección del PP, encabezada por Alberto Núñez Feijóo, eligió cuidadosamente el momento para someter al presidente del país a un interrogatorio lo más incómodo posible.
Finalmente, tras varias semanas de espera, Sánchez compareció en el Senado. La sesión duró más de cinco horas y puso a prueba a ambos bandos. A pesar de la atmósfera cargada, el jefe del Ejecutivo se mostró sereno y seguro. En cambio, la oposición no logró arrancarle confesiones ni errores, como había esperado.
Entre las filas del Gobierno, tras la sesión, se consolidó la idea de que Feijóo se equivocó al elegir el momento. Más aún tras el escándalo que salpicó al presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, que desvió parte de la atención del tema principal. El representante del PP, Alejo Miranda de Larra, intentó descolocar a Sánchez con preguntas rápidas y cambios constantes de tema, pero el presidente ya iba preparado para ese escenario. Respondió con datos y hechos, sin ofrecer titulares explosivos.
Dentro del gobierno crece la sensación de que Feijóo no cuenta con un equipo sólido y que su estrategia solo beneficia a los socialistas. En el PP, sin embargo, consideran que el simple hecho de forzar a Sánchez a debatir abiertamente los casos de corrupción ya es una victoria. El líder de la oposición destacó las respuestas evasivas del presidente, quien en repetidas ocasiones aludió a la falta de información.
A pesar de la ausencia de declaraciones sensacionales, el PP intentó presentar la sesión como un golpe a la reputación de Sánchez tanto a nivel nacional como europeo. Para el partido, fue una etapa clave en su campaña contra la corrupción, aunque la mayoría de los observadores no vio un éxito claro de la oposición en el Senado.






