
En las escuelas de Cataluña crece el malestar entre los directores: se sienten desbordados por tareas administrativas y privados de herramientas reales para impulsar el desarrollo de los centros educativos. Aunque todos reconocen la importancia de su papel para el éxito del alumnado, en la práctica los directores se ven obligados a dedicar la mayor parte del tiempo a resolver problemas cotidianos, dejando de lado la estrategia y la innovación.
En los últimos años, la carga de trabajo para los gestores escolares no ha hecho más que aumentar. Tras la pandemia, que supuso nuevos retos para el sistema educativo, se sumaron más dificultades a las ya existentes. Los directores señalan que deben lidiar constantemente con conflictos entre alumnos y familias, además de encargarse de una creciente cantidad de papeleo. Todo ello, sin que aumente la plantilla y prácticamente sin apoyo de especialistas en áreas clave.
Burocracia y falta de personal
Una de las principales quejas es la excesiva burocracia. Los directores están obligados a ocuparse no solo de cuestiones pedagógicas, sino también de asuntos económicos, jurídicos y administrativos para los que a menudo no tienen formación ni tiempo suficiente. Este curso, la situación se ha agravado tras el recorte de trabajadores sociales e integradores, algo que se siente especialmente en los centros con alumnado vulnerable. Los directores exigen recuperar estos puestos y aumentar el personal de apoyo, para poder centrarse realmente en lo educativo.
El reto de la educación inclusiva sigue siendo delicado. Aunque se declara un apoyo a este ámbito, en la práctica faltan recursos para trabajar plenamente con niños con necesidades especiales. A menudo, un solo especialista debe atender a varios alumnos, lo que impide un enfoque individualizado.
Crisis de confianza y escasez de personal
Directores de centros educativos señalan que su labor es frecuentemente objeto de críticas por parte de distintos grupos: desde sindicatos hasta familias e incluso otros docentes. Esto genera una sensación de aislamiento e inseguridad. Como resultado, cada vez menos profesores aceptan asumir responsabilidades directivas. En 2025, casi una cuarta parte de los puestos de dirección permaneció vacante y muchas plazas solo contaron con un candidato.
La situación se complica porque el sistema de selección y formación de líderes no cumple con las demandas actuales. Los directores insisten en la necesidad de profesionalizar este puesto, crear programas de apoyo para los recién llegados y revisar el sistema de remuneración. Consideran que, sin estos cambios, no es posible atraer profesionales motivados ni garantizar el desarrollo sostenible de los centros educativos.
Un movimiento por el cambio
Como respuesta al creciente descontento en Barcelona y otras ciudades de Cataluña, han empezado a surgir grupos de directores que toman la iniciativa. Estos colectivos organizan reuniones, debaten problemas comunes y elaboran propuestas para reformar el sistema. Entre sus principales demandas están la reducción de la carga burocrática, el aumento de especialistas en inclusión y economía, así como el reconocimiento del papel clave del director en el proceso educativo.
Los directores subrayan que no quieren ser meros ejecutores, sino participar activamente en la toma de decisiones que afectan al futuro de los colegios. Están convencidos de que solo así se puede lograr una mejora real en la calidad educativa y crear un entorno favorable tanto para el alumnado como para el profesorado.






