
En las recién publicadas memorias del exmonarca español Juan Carlos I, el lector encuentra numerosas revelaciones personales y políticas, pero las dudas sobre su multimillonaria fortuna siguen sin resolverse. A pesar de su promesa de contar detalles de su vida, el exrey apenas menciona el origen y destino de sus fondos, lo que continua alimentando la desconfianza y el debate público.
Dinero que prefiere permanecer en la sombra
Los episodios más sonados están relacionados con enigmáticas transferencias y regalos que Juan Carlos I recibió de monarcas de Oriente Medio. Tras el ingreso en 2008 de 100 millones de dólares en una cuenta suiza procedentes del Ministerio de Finanzas de Arabia Saudí, el foco sobre sus finanzas se intensificó. Ese dinero fue registrado como un regalo y después transferido a su entonces compañera Corinna Larsen. La maniobra se debió a la amenaza de bloqueo de la cuenta tras el escándalo de la cacería en Botsuana.
En los documentos, el banco indicaba que el dinero llegó a la cuenta de la fundación Lucum, donde Juan Carlos figuraba como beneficiario principal y su hijo Felipe VI como segundo. El propio exrey califica esto de error, que dice no haber podido evitar, y explica que su intención era garantizar la seguridad financiera de su familia y su independencia, tras dejar el trono.
Fundaciones, paraísos fiscales y vuelos privados
La atención pública también se centró en otras entidades vinculadas al exmonarca. Por ejemplo, la fundación Zagatka, establecida en Liechtenstein, a través de la cual durante 11 años se pagaron vuelos privados de Juan Carlos por un valor aproximado de 7 millones de euros. Tras hacerse públicos sus vínculos con la fundación, la familia real renunció a la asignación presupuestaria para el exrey, y Felipe VI declaró públicamente que desconocía su condición de beneficiario.
Otro capítulo sin esclarecer son los 15 millones de euros que, desde 1995, permanecieron en cuentas offshore en las Islas Vírgenes Británicas y en Jersey. Estos fondos eran gestionados por un amigo cercano de Juan Carlos, a quien presentaba ante los monarcas árabes como su banquero. Más tarde, gran parte de ese dinero fue donado a una organización benéfica británica, pero el origen del capital nunca fue aclarado.
Investigaciones y episodios sin resolver
Aunque la Fiscalía española y los investigadores suizos trataron de averiguar si estas transferencias eran comisiones encubiertas por grandes proyectos de infraestructuras, no se hallaron pruebas. Sin embargo, la existencia misma de numerosas cuentas offshore, transferencias y obsequios de líderes extranjeros sigue empañando la reputación del antiguo jefe del Estado.
En el libro tampoco se mencionan otras sumas importantes que Juan Carlos recibió de monarcas de Oriente Medio, así como el efectivo que transportó al extranjero. Parte de este dinero fue gestionado por personas de su confianza o destinado a gastos personales, pero los detalles nunca se hicieron públicos.
Hoy, residiendo en Abu Dabi, el exmonarca no oculta su decepción por la gestión de sus antiguos activos. Sigue considerándose su legítimo propietario, a pesar de las disputas legales y de las declaraciones que afirman que algunos regalos eran irrevocables.
Así, pese a cientos de páginas de memorias, las preguntas clave sobre el origen y el destino de la fortuna de Juan Carlos I siguen sin respuesta. Su pasado financiero continúa intrigando a los españoles y alimenta el debate sobre el futuro de la monarquía.





