
En el Tribunal Supremo de España ha comenzado un mediático proceso contra el fiscal general del país, Álvaro García Ortiz, acusado de revelación de secreto profesional. Ya en la primera jornada de la vista, la Abogacía del Estado exigió la nulidad de todas las diligencias de investigación, alegando múltiples vulneraciones de derechos del acusado y una excesiva dureza en la instrucción.
Según la defensa, la investigación estuvo marcada desde el principio por la parcialidad, diseñándose el proceso únicamente para reunir pruebas en contra de García Ortiz. Especial indignación provocaron los registros en su despacho y el análisis de dispositivos electrónicos, donde, según se dice, se habrían borrado mensajes y correos electrónicos. Los abogados consideran que estas actuaciones vulneraron garantías fundamentales de un juicio justo.
A las acusaciones se sumó también la Fiscalía, que exige anular igualmente los resultados del registro en el despacho de la fiscal jefe de Madrid, Pilar Rodríguez. La parte acusadora sostiene que Rodríguez no fue considerada como posible fuente de la filtración, lo que pone en entredicho la imparcialidad de la investigación.
El proceso judicial arrancó con la declaración del primer testigo, el fiscal Julián Salto, encargado previamente de un caso de fraude fiscal relacionado con Alberto González Amador, pareja de una conocida figura política. El testigo explicó en detalle cómo obtuvo y transmitió la información sobre el caso, subrayando que actuó conforme a la ley y bajo instrucciones de la dirección.
Un proceso sin precedentes y nuevas normas
Se trata del primer juicio en la España moderna contra un fiscal general en activo. Desde el inicio, se rompieron los protocolos habituales: García Ortiz entró al edificio del Tribunal Supremo por el acceso reservado a jueces y altos cargos, y durante la sesión vestía la toga de fiscal junto a sus abogados.
El escándalo en torno a este caso ya ha provocado una reacción intensa en los círculos jurídicos y en la opinión pública. Muchos expertos advierten que este enfoque de la investigación podría sentar un precedente peligroso para todo el sistema judicial del país. Las dudas sobre el respeto a los derechos de los acusados y la legalidad de los métodos de investigación siguen abiertas, y el desenlace del proceso podría influir en la futura praxis de los tribunales españoles.





